miércoles, 16 de marzo de 2011

Con las décadas, me veo recorriendo las escuelas viejita y apoyada en mi bastón

Estela de Carlotto (presidente de las Abuelas de Plaza
de Mayo), Silvia Irigaray (de Madres del Dolor) y Marta
Vázquez (presidente de las Madres de Plaza
de Mayo, línea fundadora).

Por Silvia Irigaray, mamá de Maxi Tasca*
silvia_irigaray@hotmail.com
(5411) 15-4411-2671
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Como sabemos que nada sale de un repollo, sino que todo viene de algún lado, para nosotras es un orgullo continuar el trabajo que hicieron tantas organizaciones civiles argentinas a lo largo de la historia. Un ejemplo es el de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, referentes ineludibles entre las mujeres comunes que salieron a luchar por las víctimas de la violencia. Es verdad que ellas se dedicaron particularmente a quienes fueron perseguidos y asesinados por la última Dictadura, pero la esencia de su mensaje es universal, carece de época o sector. En la foto pueden verme con Estela de Carlotto (presidente de las Abuelas de Plaza de Mayo) y Marta Vázquez (presidente de las Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora), durante un acto que se hizo ayer en el Parque de la Memoria, que queda en la costanera norte de la Ciudad de Buenos Aires. Estuvimos juntas para acompañar a Claudio Altamirano, que presentó su libro 'Puentes de la Memoria en el Campo Educativo'. Uno de los capítulos presenta un relato que escribí sobre mi hijo Maxi, que al final resume cómo podría seguir nuestro trabajo con el paso de las décadas: "Me veo recorriendo las escuelas viejita y apoyada en mi bastón”. A continuación les copio la versión completa, espero que les guste...
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“A fines del 2001, Argentina vivía momentos muy difíciles, saqueos y movilizaciones tomaban las calles, atestiguando una situación política y social insostenible. Las cacerolas eran la herramienta de expresión. Un verdadero caos. Más de treinta muertos en todo el país. El Estado de Sitio llegó. Varios Presidentes también. En este contexto ocurre una de las muestras más salvajes de brutalidad policial. La madrugada del 29 de diciembre, un sargento de la Federal asesinó a sangre fría y a quemarropa a tres jóvenes en una estación de servicio del barrio de Floresta “tan sólo por opinar”. Ellos miraban en TV imágenes de los hechos ocurridos en Plaza de Mayo e hicieron un comentario al respecto. Al policía no le gustó y los mató. Los sancionó con la pena de muerte por opinar. El asesino Juan de Dios Velaztiqui quedó detenido inmediatamente gracias a que todo un barrio se unió para pedir JUSTICIA por ADRIAN, CRISTIAN y MAXI. El juicio pronto llegó y fue la primera perpetua que un Tribunal otorgó a un mal policía.
La enseñanza y el mensaje que deja este feo capítulo de la Historia Argentina es que si no estamos de acuerdo con el otro, sólo la palabra debe ser nuestra herramienta.
Resistir por ellos…
Después de la muerte de un hijo se hace muy difícil seguir viviendo. El corazón se destroza, el dolor es inmenso, nos ahogamos con el llanto, supera nuestro entendimiento. Nos parece que morimos con él. Pero lo más terrible aún es que el mundo sigue... ¡No se detiene por nuestra pérdida! Entonces pensé “tengo que hacer algo”. ¡Decidí que el resto de mi vida lucharía por la memoria para que nunca se olvide a los tres pibes de Floresta!
Busco siempre la posibilidad de contarles a los jóvenes de hoy lo que les ocurrió a los jóvenes del 2001, para que no se repitan hechos de violencia y nunca más exista el desprecio por la vida. Tuve oportunidad de ser invitada varias veces a distintas escuelas a contar esta triste historia. Son jornadas en las que participan muchos alumnos, que escuchan en silencio y con atención mi relato. Algunos tienen los ojos humedecidos por las lágrimas. Me da mucha ternura el respeto. Después lo más interesante son las preguntas, por ejemplo, “¿Dónde está ahora el asesino? ¿Sintieron deseos de hacer venganza por mano propia?” o la más difícil:
“¿Lo pudieron perdonar?” Les respondo que de nada sirve el odio, pero sí exigir que no haya “miembros desviados” en las fuerzas policiales.
Para eso debemos recordar: para NO REPETIR!!! También le digo al alumnado: “Ustedes tienen la fuerza de la juventud para conseguir una vida más pacífica”.
Éste es mi compromiso HOY y lo hago por mi amado hijo, MAXI. Me veo recorriendo las escuelas viejita y apoyada en mi bastón.”
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*Maxi tenía 25 años cuando fue asesinado por un policía uniformado en el bar de una estación de servicio del barrio porteño de Floresta. Fue el 29 de diciembre de 2001. Las víctimas fatales, tres en total -porque con Maxi estaban sus amigos Cristian Gómez, hijo de Elvira Torres, otra integrante de la Asociación, y Adrián Matassa-, se encontraban sentados mirando las noticias por televisión. Juan De Dios Velaztiqui, autor de la masacre, fue condenado a cadena perpetua.

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