Isabel Yaconis y Marta Canillas, ambas de la Asociación Civil Madres del Dolor. |
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Marta Elsa Ghiglia de Canillas siente su inquietud solidaria como una herencia casi genética.
Se la agradece a su papá, don Ivo, obrero textil, y su mamá, doña Sara, ama de casa que con frecuencia cosía y tejía para sumar unos pesos a la siempre apretada economía del hogar que formaron en el barrio porteño de Floresta.
A Marta le brillan los ojos cuando recuerda que en la infancia, ella y su hermano Daniel, cinco años menor, esperaban ansiosos el día de Reyes, única fecha del año en que podían elegir sus juguetes.
Era una responsabilidad gigante para Melchor, Gaspar y Baltasar, que debían ingeniárselas para conseguir la muñeca que la niña había soñado durante meses.
Cuando la recibía, la mayor de los hermanitos Ghiglia tenía que entregar alguna de las anteriores, que iba a parar a la caja que sus padres dejaban, con otros juguetes y prendas de ropa en buen estado, en un conventillo de los alrededores.
Después, en la adolescencia, con algunas compañeras del Colegio Comercial 33 de Floresta, Marta visitó regularmente a enfermos del Hospital Álvarez.
Y como estudiante de la Facultad de Psicología de la UBA, frecuentó la Villa 31 del barrio porteño de Retiro, donde le impactaron la personalidad y el trabajo del sacerdote Carlos Mujica, que poco después sería asesinado.
Ya casada con Guillermo, su esposo desde hace tres décadas y media, se involucró en una olla popular del partido bonaerense de Vicente López.
La iniciativa era liderada por otro cura, Pablo Tisera, de la parroquia Santo Tomás Moro, a quien también recuerda con admiración.
"Yo misma lo ví regalar el saco que le había tejido una vecina y el colchón que usaba para dormir", se emociona Marta.
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Hasta que llegó el 12 de julio de 2002.
Ese día, una banda de secuestradores extorsivos secuestró a Juan Manuel, uno de los tres hijos de Marta y Guillermo, de 23 años y, después de cometer un crimen absurdo lo abandonó sin vida en plena zona residencial del partido de Vicente López.
Todo sucedió en poco tiempo, con la modalidad de los secuestros express, frecuentes en esa época.
Confundida y desperada, la propia Marta recibió el pedido de auxilio de Juan Manuel y juntó todo el dinero que Guillermo entregó personalmente a los captores, en un intento de evitar la tragedia.
Varios años después, los criminales Raúl Chirola Monti, Maximiliano Pico y Franco Gasperoti, serían condenados a cadena perpetua, más 12 años y medio de accesorias, lo que transforma la pena en prisión efectiva de 25 años.
El caso sobrecogió al país.
Fue el primer secuestro seguido de muerte en la Argentina desde el regreso a la Democracia.
Sin embargo, obviamente, la conmoción más profunda se produjo en el hogar del matrimonio Canillas, en el que, además de ellos y su indescriptible dolor, quedaron sus otros dos hijos, Patricio -el mayor- y Nicolás -el menor-.
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En ese contexto, Marta reaccionó con una fortaleza admirable, se sobrepuso y decidió transformar el sufrimiento en energía positiva.
Menos de dos meses después de la tragedia, aceptó la invitación de Juan Carr, el fundador de la Red Solidaria, y fue con él al comedor de Margarita Barrientos en Los Piletones, en el barrio porteño de Villa Soldati, donde se realizó el acto central de lo que se llamó Tres minutos por la Paz: un aplauso extendido a todo el territorio de la República.
"Me acuerdo que levanté la vista, vi la cara de Juan Manuel en el cielo y al mismo tiempo escuché un alboroto de gente que se saludaba y abrazaba", dice ella.
"Después pregunté qué pasaba. Había aparecido un chiquito con síndrome de Down a quien estaban buscando desesperadamente. Me pareció una cosa maravillosa", agrega.
El propio Juan Carr le presentó a las integrantes de Missing Children-Chicos Perdidos de Argentina.
Poco tiempo después, entre misas y marchas, se fue conectando con quienes en 2004 cofundarían la Asociación Madres del Dolor.
Si bien actualmente ejerce el cargo de vicepresidente en ambas organizaciones, siempre se presenta como “voluntaria”. Ese es su mayor orgullo: ser voluntaria.
"La Asociación Madres del Dolor y Missing Children-Chicos Perdidos de Argentina apuestan a la solidaridad y la independencia", concluye Marta sobre su trabajo en ambas organizaciones civiles, que están entre las más respetadas de la Argentina.
Explica que la independencia implica saber decir que no, rechazar la tentación de un cargo, una ayuda financiera inconveniente u otros privilegios que pueden desvirtuar el proyecto original.
En cuanto a la solidaridad, para Marta Canillas es mucho más que una cuestión institucional.
Ella la siente como una herencia casi genética, que le trae recuerdos entrañables y que la lleva a un mundo multicolor en el que están su papá, su mamá, el barrio porteño de Floresta, Melchor, Gaspar, Baltasar y, sin ninguna duda, sus muñecas.
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