Algunos de los símbolos del rock argentino. |
A partir de hoy, el Rock puede sonar distinto, puede sonar mejor.
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“Aquel que acepta pasivamente el mal es como si estuviera involucrado en él, como aquel que ayuda a perpetrarlo. Quien acepta el mal sin protestar contra él, está realmente cooperando con él” (Martin Luther King).
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El proceso judicial y el fallo del Tribunal de Casación, pese a ser insuficientes, dejan a la vista la trama que dio lugar a la muerte de 194 y la sobrevida penosa de varios miles de rockeros.
En esa trama han estado involucrados, aunque con diferentes niveles de responsabilidad, funcionarios del gobierno de la Ciudad –con Ibarra a la cabeza -, policías; un alto empresario de la noche con pretensiones de alternativo y un grupo de músicos devenidos en empresarios.
Desde el primer momento de la masacre, familiares, sobrevivientes y amigos nos movilizamos para lograr que los responsables cumplan con la pena correspondiente, pero también y sobre todo, por el Nunca Más Cromañón y Basta de Impunidad.
Con honrosas excepciones siempre presentes, el mundo del rock no ha acompañado nuestro reclamo. Justamente el rock, nacido al mismo tiempo que emergía una joven generación que luchó por un mundo más humano y más justo, ha mirado para otro lado. El rock, herramienta de expresión y espacio de significación para muchos jóvenes, lugar de encuentro, rebeldía y sueños, no ha planteado su solidaridad con los rockeros ausentes para siempre ni con los miles de rockeros sobrevivientes.
Sin embargo, estamos convencidos de que los músicos del rock conocen a Omar Chabán y sus socios. Hace tiempo ya Luca Prodan lo retrataba en su canción “Quiero dinero” (“corrupción, dale” “quiero dinero” denunciaba Luca refiriéndose a Chabán).
El mensaje de nacimiento del rock, opuesto al capitalismo y sus valores de competencia y lucro a toda costa, nada tiene que ver con la manera de hacer negocios del experimentado empresario Omar Chabán.
Dicha lógica lo llevó, a sabiendas, por el camino de la coima, de la puerta con candado para impedir que alguien se “colase”, del boliche sin matafuegos ni puertas de emergencia, de la sobreventa de entradas. Entre el arte y el dinero, sabemos cuál fue la elección de Chabán.
En este caso, optó entre la vida de 194 jóvenes, y el dinero.
A la vez, en Cromañón una banda de origen barrial se propuso alcanzar un horizonte masivo y eligió crecer, de la mano de Chabán, sin medida y sin cuidados. Sin reflexión, Callejeros llevó el funcionamiento de la cancha de fútbol a un estadio cerrado y muy precario. Callejeros desconoció alertas anteriores; se engolosinó con la sobreventa de entradas; se enganchó en las coimas para poder garantizar su espectáculo y pasó así a ser cómplice de la masacre. Después, continuó la actuación a toda costa, inclusive en nombre de los muertos, y la acusación a quienes luchamos, de ser lucradores, golpistas o victimarios.
Estas son las reflexiones de sobrevivientes, familiares y amigos, dirigidas al mundo del rock especialmente. No se trata de culpar al rock and roll que tanto amaban nuestros chicos. Se trata sí, de denunciar el conjunto de responsabilidades que condujeron a la masacre, y de pensar colectivamente otra forma de funcionar que no nos lleve a lamentar pérdida de vidas. Recuperar entre todos un espacio de comunión festiva que no choque contra el cuidado general, propio y del que está al lado. Denunciando la falta de espacios seguros y dignos para tocar y al mismo tiempo negándose a hacerlo si no está garantizada la vida de los participantes. Estamos esperando, esperanzados pero no inmóviles, la voz del rock.
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